Se necesitan pastores / Necessita-se de pastores / Pastors are needed

Se necesitan pastores -pastores fieles- que no halaguen al pueblo de Dios ni lo traten con aspereza, sino que lo alimenten con el pan de vida. / Necessita-se de pastores - pastores fiéis - que não lisonjeem o povo de Deus, nem o tratem com aspereza, mas o alimentem com o pão da vida. / Pastors are needed -faithful shepherds- who will not flatter God"s people or treat them harshly, but who will feed them with the bread of life.

EL DIOS QUE YO CONOZCO

2.05. Bendiciendo... también a los enemigos

Cada acto del ministerio de Cristo tenía un propósito de largo alcance. Abarcaba más de lo que el acto mismo revelaba.

Así fue en el caso del leproso.

Mientras Jesús ministraba a todos los que venían a él, anhelaba bendecir a los que no venían.

Mientras atraía a los publicanos, los paganos y los samaritanos, anhelaba alcanzar a los sacerdotes y maestros que estaban trabados por el prejuicio y la tradición. No dejó sin probar medio alguno por el cual pudiesen ser alcanzados.

Al enviar a los sacerdotes el leproso que había sanado, daba a los primeros un testimonio que estaba destinado a desarmar sus prejuicios.

Los fariseos habían aseverado que la enseñanza de Cristo se oponía a la ley que Dios había dado por medio de Moisés; pero la orden que dio al leproso limpiado, de presentar una ofrenda según la ley, probaba que esa acusación era falsa.

Era suficiente testimonio para todos los que estuviesen dispuestos a ser convencidos.

Los dirigentes de Jerusalén habían enviado espías en busca de algún pretexto para dar muerte a Cristo. El respondió dándoles una muestra de su amor por la humanidad, su respeto por la ley y su poder de librar del pecado y de la muerte.

Así testificó acerca de ellos: "Me devuelven mal por bien, y odio por amor" (Salmos 109:5).

El que desde el monte dio el precepto:

"Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen" (Mateo 5:44),

ejemplificó él mismo este principio, "no devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo" (1Pedro 3:9).

Los mismos sacerdotes que habían condenado al leproso al destierro, certificaron su curación. Esta sentencia, promulgada y registrada públicamente, era un testimonio permanente en favor de Cristo.

Y como el hombre sanado quedaba reintegrado a la congregación de Israel, bajo la garantía de los mismos sacerdotes, de que no había en él rastro de la enfermedad, venía a ser un testigo vivo a favor de su Benefactor.

Con alegría presentó su ofrenda y ensalzó el nombre de Jesús.

Los sacerdotes quedaron convencidos del poder divino del Salvador. Tuvieron oportunidad de conocer la verdad y sacar provecho de la luz. Si la rechazaban, se apartaría de ellos para no volver nunca.

Muchos rechazaron la luz, pero no fue dada en vano. Fueron conmovidos muchos corazones que por un tiempo no dieron señal de serlo.

Durante la vida del Salvador, su misión pareció recibir poca respuesta de amor de parte de los sacerdotes y maestros; pero después de su ascensión "muchos de los sacerdotes obedecían a la fe" (Hechos 6:7).

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