“Porque ¿quién soy yo, y quién es mi pueblo, para que pudiésemos ofrecer voluntariamente cosas semejantes? Pues todo es tuyo, y de lo recibido de tu mano te damos” (1 Cronicas 29: 14).
La justificación (o perdón) es enteramente por gracia y no se consigue por ninguna obra que el hombre caído pueda realizar.
Si el hombre rico tiene dinero y posesiones, y los ofrenda a Dios, se introducen ideas falsas que estropean la ofrenda por pensar que merece el favor de Dios, que Dios está obligado a considerarlo con especial benevolencia en virtud de su donación.
Ha habido mucho engaño y muy poca instrucción clara sobre este punto: Dios le ha prestado al hombre sus propios bienes en depósito (medios que Dios requiere que le sean devueltos cuando su providencia lo manifieste y la edificación de su causa lo demande).
Dios dio el intelecto, la salud y la capacidad para obtener ganancias terrenales. Él creó las cosas de la tierra. Manifiesta su poder divino para desarrollar todas sus riquezas. Son sus frutos, de su propia labranza.
Dios dio el sol, las nubes, las lluvias, para hacer que la vegetación floreciera.
Como siervo empleado por Dios, tu recogiste en su mies a fin de satisfacer tus necesidades de una manera económica y conservar el saldo a disposición de Dios.
Puedes decir con David: "Pues todo es tuyo, y de lo recibido de tu mano te damos".
Así que la satisfacción del mérito de la criatura no puede consistir en devolver a Dios lo que es suyo, porque siempre fue su propiedad para ser usada según El en su providencia lo indicara.