“Profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará Jehová tu Dios; a él oiréis”. Deut. 18:15; Hech. 3:22.
Además, leían que el Señor iba a ungir a Uno “a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel a proclamar el año de la buena voluntad de Jehová” Isa. 61:1,2.
Leían que estableceria “en la tierra justicia; y las costas esperarán su ley” Isa. 42:4, como asimismo “andarán las naciones a tu luz, y los reyes al resplandor de tu nacimiento”
Isa. 60:3.
Las palabras que Jacob pronunciara en su lecho de muerte (Gén. 49:10) los llenaban de esperanza:
No será quitado el cetro de Judá,
Ni el legislador de entre sus pies,
Hasta que venga Siloh;
Y a él se congregarán los pueblos.
El desfalleciente poder de Israel atestiguaba que se acercaba la llegada del Mesías.
La profecía de Daniel describía la gloria de su reinado sobre un imperio que sucedería a todos los reinos terrenales:
“Y en los días de estos reyes el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo; desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre” Dan. 2:44.
Aunque pocos comprendían la naturaleza de la misión de Cristo, era muy difundida la espera de un príncipe poderoso que establecería su reino en Israel, y se presentaría a las naciones como libertador.
La profecía de Daniel describía la gloria de su reinado sobre un imperio que sucedería a todos los reinos terrenales:
“Y en los días de estos reyes el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo; desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre” Dan. 2:44.
Aunque pocos comprendían la naturaleza de la misión de Cristo, era muy difundida la espera de un príncipe poderoso que establecería su reino en Israel, y se presentaría a las naciones como libertador.
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