Habían sido puestos en operación todos los medios de depravar las almas de los hombres.
El Hijo de Dios, mirando al mundo, contemplaba sufrimiento y miseria.
El Hijo de Dios, mirando al mundo, contemplaba sufrimiento y miseria.
Veía con compasión cómo los hombres habían llegado a ser víctimas de la crueldad satánica.
Miraba con piedad a aquellos a quienes se estaba corrompiendo, matando y perdiendo. Habían elegido a un gobernante que los encadenaba como cautivos a su carro.
Aturdidos y engañados avanzaban en lóbrega procesión hacia la ruina eterna, hacia la muerte en la cual no hay esperanza de vida, hacia la noche que no ha de tener mañana.
Los agentes satánicos estaban incorporados con los hombres. Los cuerpos de los seres humanos, hechos para ser morada de Dios, habían llegado a ser habitación de demonios.
Los sentidos, los nervios, las pasiones, los órganos de los hombres, eran movidos por agentes sobrenaturales en la complacencia de la concupiscencia más vil. La misma estampa de los demonios estaba grabada en los rostros de los hombres, que reflejaban la expresión de las legiones del mal que los poseían.
Fue lo que contempló el Redentor del mundo. ¡Qué espectáculo para la Pureza Infinita!
Fue lo que contempló el Redentor del mundo. ¡Qué espectáculo para la Pureza Infinita!
No hay comentarios:
Publicar un comentario