Toda religión falsa y toda perversión del cristianismo enseñan alguna forma de buenas obras como calificativo para ser recibido por Dios. La salvación -según ellos- es una recompensa de una vida buena.
Pero el verdadero cristianismo revela que la bondad humana no acrecenta absolutamente nada a lo que YA nos fue dado libremente en la salvación consumada y perfecta que por nosotros fue realizada en la cruz.
"Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. (Efesios 2:8, 9).
La obra de la gracia es doble. Nos salva de los pecados pasados y nos lleva a una vida de santificación y santidad.
Las buenas obras son la evidencia de la salvación y no la causa o la base de la salvación.
La gracia de Dios primero nos torna hijos de Dios y, entonces, nos enseña a andar de manera digna de esa elevada vocación.
La gracia nos lleva a negar la impiedad y las concupiscencias mundanas.
La gracia nos inicia en el camino cristiano, y solamente la gracia terminará la obra de Dios en nuestro corazón.
Todo lo que ahora somos, y todo lo que lleguemos a ser, es de la gracia.
La salvación produce buenas obras, pero las buenas obras jamás podrán producir salvación.
No podemos merecer la salvación; ella es gratuita. La salvación nos viene por medio de Jesucristo en cuya justicia, solamente, somos recibidos. Esto es el evangelio.
Pero el verdadero cristianismo revela que la bondad humana no acrecenta absolutamente nada a lo que YA nos fue dado libremente en la salvación consumada y perfecta que por nosotros fue realizada en la cruz.
"Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. (Efesios 2:8, 9).
La obra de la gracia es doble. Nos salva de los pecados pasados y nos lleva a una vida de santificación y santidad.
Las buenas obras son la evidencia de la salvación y no la causa o la base de la salvación.
La gracia de Dios primero nos torna hijos de Dios y, entonces, nos enseña a andar de manera digna de esa elevada vocación.
La gracia nos lleva a negar la impiedad y las concupiscencias mundanas.
La gracia nos inicia en el camino cristiano, y solamente la gracia terminará la obra de Dios en nuestro corazón.
Todo lo que ahora somos, y todo lo que lleguemos a ser, es de la gracia.
La salvación produce buenas obras, pero las buenas obras jamás podrán producir salvación.
No podemos merecer la salvación; ella es gratuita. La salvación nos viene por medio de Jesucristo en cuya justicia, solamente, somos recibidos. Esto es el evangelio.
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