Se necesitan pastores / Necessita-se de pastores / Pastors are needed

Se necesitan pastores -pastores fieles- que no halaguen al pueblo de Dios ni lo traten con aspereza, sino que lo alimenten con el pan de vida. / Necessita-se de pastores - pastores fiéis - que não lisonjeem o povo de Deus, nem o tratem com aspereza, mas o alimentem com o pão da vida. / Pastors are needed -faithful shepherds- who will not flatter God"s people or treat them harshly, but who will feed them with the bread of life.

EL DIOS QUE YO CONOZCO

6.06 - Un mensaje de alegría

El Señor Jesucristo con amor perdonador sufrió por nosotros en la cruz. Y todo el que quiera puede tener vida, amor y perdón. Pero si sus representantes desean hacer con que su mensaje sea de buenas nuevas de salvación, ellos mismos deben vibrar con las buenas nuevas.

Una predicación oscura generalmente es el producto de una teología oscura. No es de oratoria que necesita el pueblo. Las frases pulidas y la retórica impecable son impotentes en si mismas para mover el corazón del hombre hacia Dios. El mero lenguaje puede, incluso, ser una barrera contra el evangelio. ("La letra mata, mas el espíritu vivifica" 2 Cor. 3:6). Pero cuando el corazón del predicador transborda la alegría de Jesús, el pueblo se alegrará y responderá, y si necesario, hasta perdonará sus errores gramaticales.

He leído sobre algunos eruditos que afirman que Pablo se confundía en asuntos gramaticales. Tal vez lo hiciese. Pero, ¿deberíamos censurarlo? Su mensaje era mayor que su griego. La salvación es mayor que cualquier lenguaje. Pero, oid a Pablo predicar, o leed sus escritos e inmediatamente reconoceréis que su mensaje viene directamente desde el trono de la gracia. Pablo vibra con el gozo del evangelio.

Debemos presentar con vigor y poder la eficacia de la sangre de Cristo al pueblo, para que su fe pueda apropiarse de sus méritos.

Notad la manera en que Isaías da su mensaje al pueblo:

"He aquí Dios es salvación mía; me aseguraré y no temeré; porque mi fortaleza y mi canción es JAH Jehová, quien ha sido salvación para mí. Sacaréis con gozo aguas de las fuentes de la salvación. Y diréis en aquel día: Cantad a Jehová, aclamad su nombre, haced célebres en los pueblos sus obras, recordad que su nombre es engrandecido. Cantad salmos a Jehová, porque ha hecho cosas magníficas; sea sabido esto por toda la tierra. Regocíjate y canta, oh moradora de Sion; porque grande es en medio de ti el Santo de Israel" (Isaías 12: 2-6).

El mensajero de Dios no es un anunciador de condenación, sino un Heraldo de Esperanza.

"Súbete sobre un monte alto, anunciadora de Sion; levanta fuertemente tu voz, anunciadora de Jerusalén; levántala, no temas; di a las ciudades de Judá: ¡Ved aquí al Dios vuestro!" (Isaías 40:9).

El propio heraldo debe vibrar con las buenas nuevas. Su propio corazón se debe inflamar al apelar a los hombres de las grandes y pequeñas ciudades para que contemplen a su Salvador. Si eso era verdad en los tiempos del Antiguo Testamento, ciertamente también lo es para los dias de hoy.

Cuanto más claramente el mensajero discernir a Cristo y apropiarse de su Espíritu, con tanto mayor poder predicará la verdad de la cual Cristo es el centro.

6.05 - La cruz: Tragedia y Triunfo - II

"Y él, cargando su cruz, salió al lugar llamado de la Calavera, y en hebreo, Gólgota; y allí le crucificaron, y con él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio" (Juan 19: 18). Aunque el relato sea sencillo, la escena es eternamente simbólica, pues toda la raza humana se divide en el Calvario.

Las escenas de la crucifixión ciertamente no eran desconocidas por Jesús. Probablemente él ya había contemplado muchas, pues era la manera común de Roma ejecutar a los condenados. Y, en sus enseñanzas, introdujo el pensamiento de que la vida crucificada es la base de la vida victoriosa.

La crucifixión, sin embargo, era una horrible tortura. No solamente era un violento esfuerzo físico, sino también una vergüenza moral. Era un símbolo de desgracia. Jesús tornó la crucifixión el símbolo de la muerte espiritual para el pecado, y habló acerca de el hombre tomar su cruz y seguirlo hasta la muerte.

Pero la crucifixión de nuestro Señor no fue una ejecución ordinaria. Su muerte fue una muerte sustitutiva. "Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados" Isaías 53: 5).

En esa escena somos participantes y no espectadores. Nosotros lo crucificamos. Fueron nuestros pecados los que lo crucificaron en la cruz, aunque fuesen los soldados romanos que golpearon los clavos. "Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él" (2 Cor. 5: 21). Él pagó la pena de los pecados y vergüenzas de todos los siglos. Sobre él cayó "el pecado de todos nosotros" (Isaías 53:6). Todos los pecados de la humanidad recayeron sobre él. Todos mis pecados... y todos tus pecados...

YO LO CRUCIFIQUÉ. TU LO CRUCIFICASTE. NOSOTROS LO CRUCIFICAMOS...

Él murió por los pecadores y en la compañía de pecadores. No fue crucificado solo. Tres cruces aparecían en aquel dia en el Gólgota. Tres hombres fueron crucificados juntos. Dos eran ladrones. Uno murió perdiendo la vida, despreciando la salvación. El otro murió recibiendo la vida, aceptando la salvación. Pero Jesús murió dando la vida, ofreciendo la salvación. "Yo doy mi vida - dijo él- para tomarla de nuevo. Nadie me la quita, sino que yo la doy de mi propia voluntad. Tengo autoridad para darla, y tengo autoridad para tomarla de nuevo. Este mandamiento recibí de mi Padre" (Juan 10: 17, 18).

6.04 - La cruz: Tragedia y Triunfo - I

La cruz fue una negra tragedia, pero también fue un glorioso triunfo. Fue un símbolo de vergüenza, pero se tornó un emblema de victoria. No perdamos la realidad en mero sentimentalismo.

Jesús fue realista. Enfrentó un mundo hostil porque representaba un reino muy diferente de aquel en que los hombre vivían. Al principio de su ministerio, habló acerca de el hombre tomar su cruz y seguir por el camino de la impopularidad hasta la muerte. En otra ocasión, declaró que la única manera de un hombre entrar en su reino era nacer en él. Sin la muerte y el renacimiento el hombre no podía siquiera ver el reino de Dios.

Pero el hombre no nace de nuevo sin agonía. Antes de la victoria de la vida, primero tiene que haber la tragedia de la muerte. La muerte del yo y del pecado. Y esa muerte debe ser voluntaria. No es de admirar que su mensaje despertara hostilidad, pues interrumpía la corriente del pensamiento secular. Algunas cosas eran verdaderamente "palabras duras". Incluso los discípulos descubrieron eso.

Jesús estableció nuevas formas de evaluación. El verdadero éxito, declaró, no puede ser medido por cuán alto alguien sube en el mundo; pues allí estaba el Creador y Juez de todos nosotros , descendiendo... cada vez más... sí, descendiendo hasta el criminoso. Sabía que su mensaje no era comprendido. Y no se sorprendió cuando notó que él mismo no era popular. Hasta los antiguos vecinos de Nazaret lo ridiculizaban.

Sabía cual sería su fin y lo predijo. Declaró a sus discípulos que sería rechazado por los líderes religiosos de aquellos dias y que ellos también lo abandonarían. Ciertamente eso debe haber sonado de modo extraño a los oídos de hombres que habían dedicado su vida a su causa. Habían dado la espalda a sus negocios y lanzado su suerte con un movimiento impopular. Pero todo lo que Jesús predijo vino a suceder.

Sigamos hasta la escena de la agonía y escuchemos su oración: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen" (Lucas 23:34). Y ese era el problema. Ellos no sabían. La turba no sabía. Judas no sabía (aunque debería saberlo). Caifás no sabía (y ciertamente debería saberlo). Pilatos no sabía. Los discípulos no sabían... Nadie sabía. Parecía que una ceguera moral universal prevalecía en aquel dia terrible. Solamente Jesús sabía la significación de lo que estaba sucediendo.

La cruz fue el lugar de un conflicto terrible. Rugía la batalla, pero la victoria fue ganada por la muerte y ahora la cruz se torna el símbolo de la poderosa conquista. En la cruz vemos al Hombre en sus mejores condiciones, y al hombre en sus peores condiciones. Y más, vemos también a Dios enfrentando el problema con un poderoso manifiesto de inagotable amor. Jesús lo expresaba así: "Padre, perdónalos".

Y no fue una o dos veces. El verbo "decir" en el texto griego está en el aoristo imperfecto (que indica una acción continua -constante y perseverante- en el tiempo pasado) significando: "Jesús repetía continuamente: Padre, perdónalos". Durante aquellas terribles horas de agonía e insulto Jesús permaneció orando por perdón para sus enemigos. A través del abismo que lo separaba de sus crucificadores, lanzó un puente de reconciliación. Fue esta la respuesta de Dios a aquel acto terrible.

Jesús podía haber extendido su brazo y tomado de la espada del Omnipotente, lanzando a aquellos perseguidores en la perdición. Con una palabra podía él haber reducido a pedazos a sus crucificadores. En vez de eso, sin embargo, pronunció palabras de perdón. Perdón pleno, gratuito, eterno.