Se necesitan pastores / Necessita-se de pastores / Pastors are needed

Se necesitan pastores -pastores fieles- que no halaguen al pueblo de Dios ni lo traten con aspereza, sino que lo alimenten con el pan de vida. / Necessita-se de pastores - pastores fiéis - que não lisonjeem o povo de Deus, nem o tratem com aspereza, mas o alimentem com o pão da vida. / Pastors are needed -faithful shepherds- who will not flatter God"s people or treat them harshly, but who will feed them with the bread of life.

EL DIOS QUE YO CONOZCO

"MÁS QUE VENCEDORES POR MEDIO DE AQUEL QUE NOS AMÓ"

 “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; Somos contados como ovejas de matadero. ANTES, EN TODAS ESTAS COSAS SOMOS MÁS QUE VENCEDORES POR MEDIO DE AQUEL QUE NOS AMÓ.” (Romanos 8: 35-37).

Jesús no presentó a sus seguidores la esperanza de alcanzar gloria y riquezas terrenas ni de vivir una vida libre de pruebas. Al contrario, los llamó a seguirle en el camino de la abnegación y el vituperio. Los siervos de Dios no reciben honores ni reconocimiento del mundo.

ESTEBAN fue apedreado porque predicaba a Cristo y Cristo crucificado. PABLO fue encarcelado, azotado, apedreado y finalmente muerto, porque era un fiel mensajero de Dios a los gentiles. JUAN fue desterrado a la isla de Patmos, “por causa de la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo” (Apocalipsis 1: 9). Estos ejemplos humanos de constancia en la fuerza del poder divino son para el mundo un testimonio de la fidelidad de Dios a sus promesas, de su constante presencia y gracia sostenedora.

En todas las épocas Satanás persiguió al pueblo de Dios. Torturó a sus hijos y los entregó a muerte, pero en su muerte llegaron a ser vencedores. Testificaron del poder de Uno que es más fuerte que Satanás.

Hombres perversos pueden torturar y matar el cuerpo, pero no pueden destruir la vida que está escondida con Cristo en Dios. Pueden encerrar a hombres y mujeres dentro de las paredes de una cárcel, pero no pueden amarrar el espíritu.

En medio de la prueba y la persecución, la gloria - el carácter - de Dios se revela en sus escogidos. Los creyentes en Cristo, odiados y perseguidos por el mundo, son educados y disciplinados en la escuela del Señor. En la tierra andan por caminos angostos; son purificados en el horno de la aflicción. Siguen a Cristo en medio de penosos conflictos; soportan la abnegación y experimentan amargos chascos; pero así aprenden lo que es la culpa y miseria del pecado, y llegan a mirarlo con aborrecimiento. Al ser participantes de los sufrimientos de Cristo, pueden ver la gloria más allá de las tinieblas.

La gracia de Dios sea contigo.

"LE SERÁ DADA". No hay “si” ni “tal vez”.


“El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios, le ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo. Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida. Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios.” (1 Juan 5:10-13).

Aunque conozcamos a Cristo en cierto sentido, es decir, que Él es el Salvador del mundo, conocerlo significa mucho más que eso. Necesitamos tener conocimiento y experiencia personal en Cristo Jesús -un conocimiento experimental de Cristo, de lo que Él es para nosotros y de lo que somos nosotros para Él. Esta es la experiencia que todos necesitamos. Sin embargo, yo no la puedo tener por alguno de ustedes, ni ustedes la pueden tener por mí. La obra a ser realizada en nuestro favor deberá ser hecha mediante la manifestación del Santo Espíritu de Dios sobre la mente y el corazón humano. El corazón tiene que ser purificado y santificado.

No necesito decir a alguno de ustedes que esto es así, porque lo saben. Ninguno de nosotros necesita tener alguna duda acerca de dónde estamos, o pensar: “Quisiera saber cómo estoy delante de Dios”, sino que mediante una fe viva debemos sumergirnos en Dios, y cuando lo hagamos, Su vida resplandecerá en nosotros. No hay la menor necesidad de que estemos en un estado de ineficiencia y frialdad.

“Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada”. LE SERÁ DADA. No hay “si” ni “tal vez” aquí. “Pero pida con fe, no dudando nada”. (Santiago 1:5, 6).

Ora, pide sabiduría, fortaleza y eficiencia a Dios, y cree que ya las tienes. Pero tal vez, inmediatamente después de la oración, te parecerá que la infernal sombra de Satanás aparece justamente sobre tu senda, de manera que no puedas ver lo que hay más allá. ¿Qué es eso? Pues que el diablo quiere oscurecer tu fe. Pero no necesitas aceptar tal cosa. ¿Debe ser el sentimiento nuestro criterio, o la Palabra del Dios viviente? ¿Debemos sepultar nuestra fe en una nube? ¡Eso es lo que Satanás quiere que hagamos!

A veces esa nube desciende sobre nosotros, pero sabemos que Dios está a nuestro lado siempre. “Pida con fe, no dudando nada”. No aceptes ni la más mínima insinuación del diablo. No debe haber duda, “porque el que duda es semejante a la onda del mar”. (Santiago 1:6).

"Maestro, di a mi hermano que parta conmigo la herencia"

Jesús estaba enseñando, y, como de costumbre, otros, además de sus discípulos, se habían congregado a su alrededor. Hablara a sus discípulos de las escenas en las cuales ellos tomarían pronto una parte. Debían proclamar las verdades a ellos confiadas, y serían llevados a conflictos con los dominadores de este mundo. Por causa de él serían llevados ante tribunales, y ante magistrados y reyes. El les prometió que recibirían tal sabiduría que ninguno los podría contradecir. Sus palabras, que conmovían los corazones de la multitud y confundían a sus astutos adversarios, testificaban del poder de aquel Espíritu que prometió a sus seguidores.

Había muchos, sin embargo, que deseban la gracia del cielo únicamente para satisfacer sus propósitos egoístas. Reconocían el maravilloso poder de Cristo al exponer la verdad con una luz clara. Oyeron la promesa hecha a sus seguidores de que les sería dada sabiduría especial para hablar ante gobernantes y magistrados. (Luc. 12:11, 12). ¿No les concedería también su poder para provecho material?

"Le dijo uno de la multitud: Maestro, di a mi hermano que parta conmigo la herencia." (Luc. 12:13). Por medio de Moisés, Dios había dado instrucciones en cuanto a la transmisión de la herencia. El primogénito recibía una doble porción de la propiedad del padre, mientras que los hermanos menores se debían repartir partes iguales (Deut. 21:17). Este hombre juzga que su hermano le ha usurpado la herencia. Sus esfuerzos fracasaron en conseguir lo que considera como suyo; pero obtendrá seguramente su propósito si Cristo interviniese. Había oído las conmovedoras súplicas de Cristo, y sus solemnes denuncias contra los escribas y fariseos. Si palabras con tanta autoridad fueran dirigidas a este hermano, no osaría rehusarle su parte.

En medio de la solemne instrucción que Cristo había dado, este hombre reveló su disposición egoísta. Podía apreciar la habilidad del Señor, la cual iba a obrar en beneficio de sus asuntos materiales, pero las verdades espirituales no le habían impresionado la mente y el corazón. La obtención de la herencia era su tema absorbente. Jesús, el Rey de gloria, que era rico, pero que por nuestra causa se hizo pobre, le estaba abriendo los tesoros del amor divino. El Espíritu Santo estaba suplicándole que fuese un heredero de la "herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos" (1 Pedro 1:4) El había visto las evidencia del amor de Cristo. Ahora tenía la oportunidad de hablar al gran Maestro, de expresar el deseo más elevado de su corazón. Pero sus ojos estaban fijos en la Tierra. No vió la corona sobre su cabeza. Como Simón el mago, consideró el don de Dios como un medio de obtener ganancia material.

La misión del Salvador en la tierra se acercaba a su fin. Faltaban pocos meses para completar lo que había venido a hacer para establecer el reino de su gracia. Sin embargo, la codicia humana intentaba apartarlo de su obra, para solucionar la disputa por un pedazo de tierra. Pero Jesús no podía ser desviado de su misión. Su respuesta fue: "Hombre, ¿quién me ha puesto sobre vosotros como juez o partidor?" (Luc. 12:14) Jesús hubiera podido decirle a ese hombre lo que era justo. Sabía quién tenía el derecho en el caso, pero los hermanos discutían porque ambos eran codiciosos. Cristo dijo claramente que su ocupación no era arreglar disputas de esta clase. Su venida tenía otro fin: predicar el Evangelio y así despertar en los hombres el sentido de las realidades eternas.

En la actitud de Cristo en este caso hay una lección para todos los que ministran en su nombre. Cuando él envió a los doce, les dijo: "Y yendo, predicad, diciendo: El reino de los cielos se ha acercado. Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia." (Mat. 10:7, 8). Ellos no habían de arreglar los asuntos temporales de la gente. Su obra era persuadir a los hombres a reconciliarse con Dios. En esta obra estribaba su poder de bendecir a la humanidad. El único remedio para los pecados y dolores de los hombres es Cristo. Únicamente el Evangelio de su gracia puede curar los males que azotan a la sociedad.

La injusticia del rico hacia el pobre, el odio del pobre hacia el rico, tienen su raíz en el egoísmo, el cual puede extirparse únicamente por la sumisión a Cristo. Solamente él da un nuevo corazón de amor en lugar del corazón egoísta de pecado. Prediquen los siervos de Cristo el Evangelio con el Espíritu enviado desde el cielo, y como Cristo trabajen por el beneficio de los hombres. Entonces se manifestarán, en la bendición y la elevación de la humanidad, resultados que sería totalmente imposible alcanzar por el poder humano.

Nuestro Señor atacó la raíz del asunto que perturbaba a este interrogador, y la raíz de todas las disputas similares, diciendo: "Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee."

"También les refirió una parábola, diciendo: La heredad de un hombre rico había producido mucho. Y él pensaba dentro de sí, diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo dónde guardar mis frutos? Y dijo: Esto haré: derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes; y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate. Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será? Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios." (Lucas 12:16-21).

La carrera que tenemos por delante

"Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios." (Hebreos 12:1, 2).

Al finalizar este viejo año es prudente mirar hacia el futuro y no al pasado. Si realmente pretendes que 2010 sea mejor que 2009, hay algunas cosas que sería mejor dejar en el pasado: bagatelas e obstáculos que solamente estorban y retardan tu progreso en dirección a la Canaán celestial.

Primeramente deja en 2009 los pecados de 2009 (y de años anteriores). Puede ser que hayas pecado mucho más de lo que eres capaz de recordar, pero si has confesado y abandonado, debes ponerlos de lado para siempre. Es inútil preocuparse con lo que pasó. Dios los perdonó y los olvidó. ¿Por qué recordar lo que Dios olvida?

También debes olvidarte de las ambiciones y objetivos alcanzados. Una vez estuvieron adelante, pero ahora, por la gracia de Dios, esas cosas estimables, antes soñadas de ser grandes o completamente realizadas fueron alcanzadas e llegaste a la codiciada cumbre, a la cual un día temiste no conseguir llegar.

Deja atrás lo que pasó… y no regreses. Los desafíos están adelante, nunca atrás. Retroceder es exponerse al ataque y "navegar contra la corriente".

El apóstol ordena a correr " la carrera que tenemos POR DELANTE, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto DELANTE de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios."

Debes mirar a Jesús porque Él es tu Precursor (que precede, que va adelante). Seguirlo te ayuda a olvidar el pasado y a ir adelante hacia "la corona incorruptible de gloria" (1 Pedro 5:4).     

6.09 - ¡Está hecho! ¡Gracias a Dios está hecho!

Isaías, en lenguaje expresivo, presenta un hermoso cuadro de Dios recuperando su pueblo de los cuatro extremos de la Tierra: "Asimismo acontecerá en aquel tiempo, que Jehová alzará otra vez su mano para recobrar el remanente de su pueblo" (Isaías 11:11 - RV-1960).

Estas palabras "alzará otra vez" son especialmente interesantes. Vienen de la palabra hebrea qanah, que significa "adquirir", "obtener por compra", "comprar de nuevo", "redimir". Se refieren a una práctica bien conocida del profeta, pues vivía en aquel trágico tiempo en que hombres y mujeres eran comprados y vendidos en los mercados de esclavos.

La esclavitud era algo cruel, insensible y diabólico. Sin embargo, no todo señor de esclavos era rudo y cruel. Algunos tenían buen corazón y eran compasivos. No solamente los esclavos, sino tambien los señores eran víctimas de un ambiente mortal. Aquellos dias eran malos. Pero, a pesar de las bajas normas de moralidad, a veces, un hombre opulento compraba un esclavo con el propósito de darle la libertad. Más que esto, se tiene conocimiento de que, en raras ocasiones, esclavos fueron adoptados como miembros de la familia de sus señores, garantiéndoles así su adopción absoluta libertad y comunión.

Ahora, haced la aplicación de ese maravilloso texto de las Escrituras.

El Dios de amor y de piedad va a los mercados del pecado y de la esclavitud y, como un hombre rico, rescata hombres y mujeres de una raza perdida, haciéndolos libres en Cristo. Entonces los exalta adoptándolos en su familia, y finalmente los torna poseedores del universo, como "herederos de Dios y coherederos con Cristo" (Rom. 8:17).

¡Que tremendo concepto! ¡Que maravillosas nuevas! Pensad, entonces, en el precio que él pagó para hacerlo. Pero ¡ESTÁ HECHO! ¡GRACIAS A DIOS ESTÁ HECHO!

6.08 - Contrastando la vida con la muerte

Los hechos son más convincentes cuando revelados en contraste. Por ese motivo Jesús enseñaba la verdad mediante la presentación de contrastes. Muchas de sus grandiosas verdades fueron declaradas en palabras tan sencillas como las siguientes: "Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará. Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?" (Mat. 16:25, 26).

No hay nada complicado en lo que Jesús enseñó, pues él lo tornó natural. El texto más conocido de la Biblia, es un ejemplo de su modo divino de predicar: "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna"(Juan 3:16).

De un lado presenta Jesús el tragico cuadro de un mundo perdido, una raza a perecer, la muerte eterna. Del otro lado, en glorioso contraste, coloca Jesús el maravilloso cuadro del amor de Dios, una raza redimida, su don incomparable, y la vida eterna. Entre esos dos cuadros está la humanidad: "todo aquel".

Moisés, el gran enseñador de los tiempos antiguos, también usó los contrastes. En el libro de Deuteronomio tenemos las grandes alocuciones y apelos finales de ese maestro de la revelación divina. En el capítulo 30:19 leemos: "A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia".

"Escoge, pues, la vida". No hay una tercera alternativa. Nunca hay. Y entonces, para tornar la verdad más eficaz, él dramatiza el mensaje de Salvación. Llamando representantes de seis de la tribus de Israel los coloca en el monte Gerizim para representar la bendición y la vida. Después, tomando representantes de las otras seis tribus los coloca en el Monte Ebal, para representar la maldición y la muerte.

Habiendo así establecido un contraste entre la vida y la muerte, apela a la nación, y a cada hombre, mujer y niño dentro de ella, para que escoja la vida. Su propia existencia y su servicio a la humanidad, dependían de lo que escogieran. Y las verdades que él proclamó milenios atrás son hoy justamente tan vitales como en aquellos dia. Como el gran guia de Israel, necesitan los embajadores de Cristo de esta generación exponer los asuntos de vida y muerte de manera tan clara, tan apelante, que los hombres se sienta compelidos a escoger la vida eterna.

Permanecen los hombres en nebulosos valles. En las palabras del profeta: "Muchos pueblos en el valle de la decisión; porque cercano está el día de Jehová en el valle de la decisión" (Joel 3:14). Debemos conduzirlos a Dios. Es privilegio de los embajadores de Cristo subir primero el monte de la vida y de las bendiciones; entonces, habiendo recibido la visión, volver a los valles donde los hombres trabajan y luchan y reconducir algunos al terreno alto de la salvación.

El objetivo de cada sermón es elevar a los hombres desde los valles del yo y del pecado, conduciéndolos a la presencia del Dios vivo. Esa es la verdadera predicación. El mensajero enviado de Dios revelará el camino de la paz al atribulado y desanimado, mostrando la gracia y la perfección de Jesús. La predicación es un método divino y, cuando se hace del modo que Dios quiere, es grandioso su poder.

6.07 - Conocer por experiencia lo que es ser victorioso

Las tremendas verdades bíblicas que los embajadores de Cristo proclaman nunca deben tornarse una teología enfadosa. Deben estar radiantes con la plena alegría del evangelio. Y para eso es necesario conocer por experiencia lo que es ser victorioso sobre el pecado y la muerte. De tal manera nos deben conmover los grandes hechos de la redención que los que nos oyen, sepan que nuestro propio corazón es un "pozo de aguas vivas" (Cantares 4:15).

Esta fue la característica de los testigos apostólicos. Tomad la nota de triunfo de los escritos de Pablo. Él vio la cruz ser iluminada por una gloria que irrumpía del sepulcro vacío.

Leed sobre la resurrección (1 Cor. 15). Ved como ese invencible evangelista proclama la certeza del evangelio. Él lo torna real, dando primero una lista de la negra y sombría perspectiva que habría si Cristo no hubiese resurgido de entre los muertos. "Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe" (vers. 13, 14). No tendríamos mensaje cristiano, no habría evangelio, no habría ninguna esperanza. La fe sería vana y nosotros todavía estaríamos en nuestros pecados (vers. 17). Y más: "los que dumieron en Cristo perecieron" (vers. 18).

Ciertamente este es un cuadro negro y trágico - no hay mensaje; la fe es vana; las esperanzas agotadas, frustradas, despedazadas. Entonces, levantándonos del dilema, contempladlo al alcanzar él las alturas de Dios. Vedlo con un pie en el demonio de la muerte y el otro sobre la sepultura.

Entonces poniendo en los labios la trompeta de Dios, toca un mensaje de esperanza para la raza perdida. "Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho". (vers. 20). Es una verdad que estremece al mundo, un mensaje que debe ser oído hasta los confines de la tierra. Todo fue perdido por el pecado, pero ahora todo es recuperado en Cristo. El mundo está redimido. La victoria es nuestra. La muerte no tiene más aguijón; la sepultura no tiene ninguna victoria. "Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados" (vers. 22). "Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo" (vers. 57).

Esto establece la norma para los mensajeros de hoy. Exaltad a Jesús. Mostrad como él penetró en los dominios del demonio; como estremeció los poderes de las tinieblas, como lanzó un puente sobre el abismo que había entre dos mundos y trajo a los cautivos del pecado eterna salvación.

Este es el evangelio, y este evangelio debe vibrar en el corazón de cada mensajero al salir a proclamar libertad a los cautivos, vista a los ciegos y libertad a los oprimidos. (ver Lucas 4:18).

6.06 - Un mensaje de alegría

El Señor Jesucristo con amor perdonador sufrió por nosotros en la cruz. Y todo el que quiera puede tener vida, amor y perdón. Pero si sus representantes desean hacer con que su mensaje sea de buenas nuevas de salvación, ellos mismos deben vibrar con las buenas nuevas.

Una predicación oscura generalmente es el producto de una teología oscura. No es de oratoria que necesita el pueblo. Las frases pulidas y la retórica impecable son impotentes en si mismas para mover el corazón del hombre hacia Dios. El mero lenguaje puede, incluso, ser una barrera contra el evangelio. ("La letra mata, mas el espíritu vivifica" 2 Cor. 3:6). Pero cuando el corazón del predicador transborda la alegría de Jesús, el pueblo se alegrará y responderá, y si necesario, hasta perdonará sus errores gramaticales.

He leído sobre algunos eruditos que afirman que Pablo se confundía en asuntos gramaticales. Tal vez lo hiciese. Pero, ¿deberíamos censurarlo? Su mensaje era mayor que su griego. La salvación es mayor que cualquier lenguaje. Pero, oid a Pablo predicar, o leed sus escritos e inmediatamente reconoceréis que su mensaje viene directamente desde el trono de la gracia. Pablo vibra con el gozo del evangelio.

Debemos presentar con vigor y poder la eficacia de la sangre de Cristo al pueblo, para que su fe pueda apropiarse de sus méritos.

Notad la manera en que Isaías da su mensaje al pueblo:

"He aquí Dios es salvación mía; me aseguraré y no temeré; porque mi fortaleza y mi canción es JAH Jehová, quien ha sido salvación para mí. Sacaréis con gozo aguas de las fuentes de la salvación. Y diréis en aquel día: Cantad a Jehová, aclamad su nombre, haced célebres en los pueblos sus obras, recordad que su nombre es engrandecido. Cantad salmos a Jehová, porque ha hecho cosas magníficas; sea sabido esto por toda la tierra. Regocíjate y canta, oh moradora de Sion; porque grande es en medio de ti el Santo de Israel" (Isaías 12: 2-6).

El mensajero de Dios no es un anunciador de condenación, sino un Heraldo de Esperanza.

"Súbete sobre un monte alto, anunciadora de Sion; levanta fuertemente tu voz, anunciadora de Jerusalén; levántala, no temas; di a las ciudades de Judá: ¡Ved aquí al Dios vuestro!" (Isaías 40:9).

El propio heraldo debe vibrar con las buenas nuevas. Su propio corazón se debe inflamar al apelar a los hombres de las grandes y pequeñas ciudades para que contemplen a su Salvador. Si eso era verdad en los tiempos del Antiguo Testamento, ciertamente también lo es para los dias de hoy.

Cuanto más claramente el mensajero discernir a Cristo y apropiarse de su Espíritu, con tanto mayor poder predicará la verdad de la cual Cristo es el centro.

6.05 - La cruz: Tragedia y Triunfo - II

"Y él, cargando su cruz, salió al lugar llamado de la Calavera, y en hebreo, Gólgota; y allí le crucificaron, y con él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio" (Juan 19: 18). Aunque el relato sea sencillo, la escena es eternamente simbólica, pues toda la raza humana se divide en el Calvario.

Las escenas de la crucifixión ciertamente no eran desconocidas por Jesús. Probablemente él ya había contemplado muchas, pues era la manera común de Roma ejecutar a los condenados. Y, en sus enseñanzas, introdujo el pensamiento de que la vida crucificada es la base de la vida victoriosa.

La crucifixión, sin embargo, era una horrible tortura. No solamente era un violento esfuerzo físico, sino también una vergüenza moral. Era un símbolo de desgracia. Jesús tornó la crucifixión el símbolo de la muerte espiritual para el pecado, y habló acerca de el hombre tomar su cruz y seguirlo hasta la muerte.

Pero la crucifixión de nuestro Señor no fue una ejecución ordinaria. Su muerte fue una muerte sustitutiva. "Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados" Isaías 53: 5).

En esa escena somos participantes y no espectadores. Nosotros lo crucificamos. Fueron nuestros pecados los que lo crucificaron en la cruz, aunque fuesen los soldados romanos que golpearon los clavos. "Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él" (2 Cor. 5: 21). Él pagó la pena de los pecados y vergüenzas de todos los siglos. Sobre él cayó "el pecado de todos nosotros" (Isaías 53:6). Todos los pecados de la humanidad recayeron sobre él. Todos mis pecados... y todos tus pecados...

YO LO CRUCIFIQUÉ. TU LO CRUCIFICASTE. NOSOTROS LO CRUCIFICAMOS...

Él murió por los pecadores y en la compañía de pecadores. No fue crucificado solo. Tres cruces aparecían en aquel dia en el Gólgota. Tres hombres fueron crucificados juntos. Dos eran ladrones. Uno murió perdiendo la vida, despreciando la salvación. El otro murió recibiendo la vida, aceptando la salvación. Pero Jesús murió dando la vida, ofreciendo la salvación. "Yo doy mi vida - dijo él- para tomarla de nuevo. Nadie me la quita, sino que yo la doy de mi propia voluntad. Tengo autoridad para darla, y tengo autoridad para tomarla de nuevo. Este mandamiento recibí de mi Padre" (Juan 10: 17, 18).

6.04 - La cruz: Tragedia y Triunfo - I

La cruz fue una negra tragedia, pero también fue un glorioso triunfo. Fue un símbolo de vergüenza, pero se tornó un emblema de victoria. No perdamos la realidad en mero sentimentalismo.

Jesús fue realista. Enfrentó un mundo hostil porque representaba un reino muy diferente de aquel en que los hombre vivían. Al principio de su ministerio, habló acerca de el hombre tomar su cruz y seguir por el camino de la impopularidad hasta la muerte. En otra ocasión, declaró que la única manera de un hombre entrar en su reino era nacer en él. Sin la muerte y el renacimiento el hombre no podía siquiera ver el reino de Dios.

Pero el hombre no nace de nuevo sin agonía. Antes de la victoria de la vida, primero tiene que haber la tragedia de la muerte. La muerte del yo y del pecado. Y esa muerte debe ser voluntaria. No es de admirar que su mensaje despertara hostilidad, pues interrumpía la corriente del pensamiento secular. Algunas cosas eran verdaderamente "palabras duras". Incluso los discípulos descubrieron eso.

Jesús estableció nuevas formas de evaluación. El verdadero éxito, declaró, no puede ser medido por cuán alto alguien sube en el mundo; pues allí estaba el Creador y Juez de todos nosotros , descendiendo... cada vez más... sí, descendiendo hasta el criminoso. Sabía que su mensaje no era comprendido. Y no se sorprendió cuando notó que él mismo no era popular. Hasta los antiguos vecinos de Nazaret lo ridiculizaban.

Sabía cual sería su fin y lo predijo. Declaró a sus discípulos que sería rechazado por los líderes religiosos de aquellos dias y que ellos también lo abandonarían. Ciertamente eso debe haber sonado de modo extraño a los oídos de hombres que habían dedicado su vida a su causa. Habían dado la espalda a sus negocios y lanzado su suerte con un movimiento impopular. Pero todo lo que Jesús predijo vino a suceder.

Sigamos hasta la escena de la agonía y escuchemos su oración: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen" (Lucas 23:34). Y ese era el problema. Ellos no sabían. La turba no sabía. Judas no sabía (aunque debería saberlo). Caifás no sabía (y ciertamente debería saberlo). Pilatos no sabía. Los discípulos no sabían... Nadie sabía. Parecía que una ceguera moral universal prevalecía en aquel dia terrible. Solamente Jesús sabía la significación de lo que estaba sucediendo.

La cruz fue el lugar de un conflicto terrible. Rugía la batalla, pero la victoria fue ganada por la muerte y ahora la cruz se torna el símbolo de la poderosa conquista. En la cruz vemos al Hombre en sus mejores condiciones, y al hombre en sus peores condiciones. Y más, vemos también a Dios enfrentando el problema con un poderoso manifiesto de inagotable amor. Jesús lo expresaba así: "Padre, perdónalos".

Y no fue una o dos veces. El verbo "decir" en el texto griego está en el aoristo imperfecto (que indica una acción continua -constante y perseverante- en el tiempo pasado) significando: "Jesús repetía continuamente: Padre, perdónalos". Durante aquellas terribles horas de agonía e insulto Jesús permaneció orando por perdón para sus enemigos. A través del abismo que lo separaba de sus crucificadores, lanzó un puente de reconciliación. Fue esta la respuesta de Dios a aquel acto terrible.

Jesús podía haber extendido su brazo y tomado de la espada del Omnipotente, lanzando a aquellos perseguidores en la perdición. Con una palabra podía él haber reducido a pedazos a sus crucificadores. En vez de eso, sin embargo, pronunció palabras de perdón. Perdón pleno, gratuito, eterno.

6.03 - Toda la Biblia es una revelación de Cristo

"Y el Padre que me envió, ése ha dado testimonio de mí. Pero no habéis oído jamás su voz ni habéis visto su apariencia. Y su palabra no la tenéis morando en vosotros, porque no creéis en aquel que El envió. Examináis las Escrituras porque vosotros pensáis que en ellas tenéis vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí; y no queréis venir a mí para que tengáis vida." (Juan 5: 37-40. La Biblia de las Américas - LBLA)

En toda página, sea de historia, preceptos o profecía, las Escrituras del Antiguo Testamento irradian la gloria del Hijo de Dios. Por cuanto era de institución divina, todo el sistema del judaísmo era una profecía compacta del Evangelio. Acerca de Cristo "dan testimonio todos los profetas" (Hechos 10:43).

Desde la promesa hecha a Adán, descendiendo por el linaje patriarcal y la dispensación legal, la gloriosa luz del cielo delineó claramente las pisadas del Redentor. Los videntes contemplaron la estrella de Belén, el Shiloh venidero, mientras las cosas futuras pasaban delante de ellos en misteriosa procesión. En todo sacrificio, se revelaba la muerte de Cristo. En toda nube de incienso, ascendía su justicia. Toda trompeta del jubileo hacía repercutir su nombre. En el tremendo misterio del santo de los santos, moraba su gloria.

Los judíos poseían las Escrituras, y suponían que en el mero conocimiento externo de la palabra tenían vida eterna. Pero Jesús dijo: " su palabra no la tenéis morando en vosotros". "y no queréis venir a mí para que tengáis vida". Habiendo rechazado a Cristo en su palabra, le rechazaron en persona.

Los dirigentes judíos habían estudiado las enseñanzas de los profetas acerca del reino del Mesías; pero lo habían hecho, no con un sincero deseo de conocer la verdad, sino con el propósito de hallar evidencia con que sostener sus ambiciosas esperanzas. Cuando Cristo vino de una manera contraria a sus expectativas, no quisieron recibirle; y a fin de justificarse, trataron de probar que era un impostor. Una vez que hubieron asentado los pies en esta senda, fue fácil para Satanás fortalecer su oposición a Cristo. Interpretaron contra él las mismas palabras que deberían haber recibido como evidencia de su divinidad. Así trocaron la verdad de Dios en mentira, y cuanto más directamente les hablaba el Salvador en sus obras de misericordia, más resueltos estaban a resistir la luz.

El reconocimiento de esto siempre nos inspirará a un estudio mas profundo de la Palabra de Dios. Hay una antigua máxima que dice: "Todos los caminos llevan a Roma" colocando la capital romana como centro de atención e importancia. Así, en las Escrituras, cada texto llevará finalmente a Cristo, que es el centro, el sublime objetivo de ellas.

Al examinar las Escrituras en busca de más fuertes argumentos en apoyo de la verdad doctrinaria, procura constantemente conceptos más claros del Cristo salvador, que es la verdad. Procura al Hombre Cristo Jesús. Y lo encontrarás en cada página de la Escritura, esculpido en cada historia bíblica.

"Ellas son las que dan testimonio de mí" dijo Jesús. Y, verdaderamente de Él testifican las Escrituras – de su gracia salvadora, su amor perdonador, de su Espíritu que santifica. Y cuando nuestra predicación esté centralizada en el Salvador, cuando nuestro énfasis sea dado a Cristo y a la Cruz, entonces, y sólo entonces, nuestra predicación será poderosa.

6.02 - Exaltad a Jesús

El tema central de la Biblia, el tema alrededor del cual giran todos los otros es el tema de la redención, la restauración de la imagen de Dios en el ser humano. Desde la primera insinuación de esperanza que se hizo en la sentencia pronunciada en el Edén (Gen. 3: 15), hasta la gloriosa promesa del Apocalipsis: "Y verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes" (Apo. 22:4), el propósito de cada libro y pasaje de la Biblia es el desarrollo de este maravilloso tema: La elevación del hombre, i.e. el poder de Dios "que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo" (1 Cor. 15: 57).

"Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia, que hizo sobreabundar para con nosotros en toda sabiduría e inteligencia, dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo, de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra. En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad, a fin de que seamos para alabanza de su gloria, nosotros los que primeramente esperábamos en Cristo. En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria". (Efesios 1: 3-14)

Nos fue dada la comisión de tornar bien claros los grandes hechos de la redención. La redención que comenzó en la mente de Dios, en algun momento de la eternidad, y que será completa cuando el pecado será finalmente borrado del universo. La redención y sus grandes temas: la encarnación de Cristo, su sacrificio, su ministerio sacerdotal en el santo de los santos, nuestra santificación y obediencia por medio de su Espíritu que habita en nosotros, el poder, el propósito y la inminencia del regreso de nuestro Señor, la aniquilación del reino de las tinieblas, la restauración al reino eterno de gloria, la eterna comunión en la familia del cielo...

En la cruz, vemos a Dios hacer el supremo sacrificio a favor del hombre, y no el hombre a favor de Dios. Antes de pedirnos que hagamos alguna cosa por él, Dios ya hizo algo por nosotros. Y lo hizo delante de la más acérrima hostilidad del hombre. Esas maravillosas nuevas, ese amor infinito, es el propio corazón del evangelio. Y ese es el evangelio que debemos presentar al mundo.

El evangelio no es sólo un adorno que debe ser acrecentado como una especie de "condimento" al final de un sermón; debe ser el fundamento de cada sermón. Nunca debes predicar un sermón sin presentar como base del evangelio a Cristo y a él crucificado.

Cuando predicamos, nuestro mensaje debe ser tan lleno de Cristo que el pueblo sea llevado a contemplar al "Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo" en cada pensamiento presentado.

"Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención" (1 Cor. 1:30).

6.01 - Predicamos a Cristo crucificado (1 Cor. 1:23)

Toda religión falsa y toda perversión del cristianismo enseñan alguna forma de buenas obras como calificativo para ser recibido por Dios. La salvación -según ellos- es una recompensa de una vida buena.

Pero el verdadero cristianismo revela que la bondad humana no acrecenta absolutamente nada a lo que YA nos fue dado libremente en la salvación consumada y perfecta que por nosotros fue realizada en la cruz.

"Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. (Efesios 2:8, 9).

La obra de la gracia es doble. Nos salva de los pecados pasados y nos lleva a una vida de santificación y santidad.

Las buenas obras son la evidencia de la salvación y no la causa o la base de la salvación
.

La gracia de Dios primero nos torna hijos de Dios y, entonces, nos enseña a andar de manera digna de esa elevada vocación.

La gracia nos lleva a negar la impiedad y las concupiscencias mundanas.

La gracia nos inicia en el camino cristiano, y solamente la gracia terminará la obra de Dios en nuestro corazón.

Todo lo que ahora somos, y todo lo que lleguemos a ser, es de la gracia.

La salvación produce buenas obras, pero las buenas obras jamás podrán producir salvación.

No podemos merecer la salvación; ella es gratuita. La salvación nos viene por medio de Jesucristo en cuya justicia, solamente, somos recibidos. Esto es el evangelio.

5.11 - Y no cayó, porque estaba fundada sobre la Roca

Toda iglesia que deliberadamente descuide o rechace cualquier parte de la Palabra de Dios está en grave peligro de apostatar. La acusación frecuente de Dios contra los que profesan ser su pueblo en la Biblia es que ellos no han obedecido su voz. Deploramos el descuido o rechazo de cualquier doctrina bíblica hecho mientras, al mismo tiempo, se pretende aceptar a Cristo como Salvador y Señor.

Tratemos por todos los medios de hacer vivir al cristianismo. Pero en el momento en que uno hace esto, uno descubre las normas y verdades que hacen inevitable la doctrina. No se gana nada con invitar a los hombres a vivir vidas correctas a menos que ellos acepten obedecer la divina ley de Dios. No se consigue nada insistiéndole a la gente que siga a Cristo a menos que ellos reconozcan la necesidad de guardar sus mandamientos.

"No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad. Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca" (Mateo 7: 21-25).

Estas palabras nos parecen increíbles y difíciles de aceptar. Pero nuestro Señor fue quien las pronunció. Él declaró que muchas de las personas que finalmente serán lanzadas a las tinieblas de afuera serán las que han predicado y enseñados desde los púlpitos sagrados en las iglesias y las que han estado sentadas, escuchando, en los asientos.

5.10 - Una comunión más estrecha con Cristo supone una comprensión más sólida de la sana doctrina

Las verdades de la Biblia tienen significación para los hombres de todas las épocas porque constituyen la verdad eterna y fija de Dios. Ningún cristiano puede permitirse el lujo de vivir en armonía con lo que parece ser correcto a sus ojos y a su experiencia. Solamente la verdad revelada que procede de Dios es capaz de desarrollar una experiencia en armonía con Dios.

Con Jesucristo no hubo conflicto entre afirmaciones doctrinarias y el experimentar la verdad bíblica. Jesús se sintió abrumado de compasión cuando vio las multitudes descuidadas. En respuesta a sus necesidades, él comenzó a enseñarles muchas cosas. No solamente las encontró y favoreció, sino que también les habló. Las instruyó. Les trajo luz y sanidad. No solamente las hizo sentirse bien, también alimentó la mente. Antes de su partida le ordenó a sus discípulos que hicieran lo mismo:

"Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones... enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo" (Mateo 28: 19-20).

No hay evidencia ninguna que la doctrina cristiana sea un obstáculo para la vida cristiana. Al contrario, una comunión más estrecha con Cristo supone una comprensión más sólida de la sana doctrina.

En cuanto al Decálogo, Cristo no dijo: "Las enseñanzas de los diez mandamientos ya no tienen vigencia desde que yo vine. Si ustedes me tienen a mí, ya no necesitan de la ley de Dios". En cuanto al sexto mandamiento él prohibió también el espíritu de odio que llevaría al asesinato. Él no negó la vigencia del séptimo mandamiento contra el adulterio, sino que inclusive prohibió hasta la intención concupiscente.

Jesucristo es el único fundamento seguro:

"Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo. Y si sobre este fundamento alguno edificare oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca, la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará" (1 Corintios 3: 11-13 ).

No puede ser indiferente el que la sobreestructura que pretendemos construir sobre este fundamento sea de piedras costosas o de paja. La entrega a Cristo no aleja más el cristiano de la doctrina bíblica. Lo fundamenta en ella. Cristo es la verdad. Él habla la verdad. Él enseña la verdad. Esta es la herencia del cristiano. La entrega a Cristo viene en primer lugar. Si la relación de uno con Cristo es equivocada, entonces ninguna relación con doctrinas puede ser correcta.

"Y se maravillaban los judíos, diciendo: ¿Cómo sabe éste letras, sin haber estudiado? Jesús les respondió y dijo: Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me envió. El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta" (Juan 7: 15-17).

"Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos" (Hebreos 13: 8).

"No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido. De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; mas cualquiera que los haga y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos. Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos" (Mateo 5: 17-20).

"Mas la que cayó en buena tierra, éstos son los que con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y dan fruto con perseverancia" (Lucas 8: 15).

"El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida... El que me rechaza, y no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue; la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero. Porque yo no he hablado por mi propia cuenta; el Padre que me envió, él me dio mandamiento de lo que he de decir, y de lo que he de hablar. Y sé que su mandamiento es vida eterna. Así pues, lo que yo hablo, lo hablo como el Padre me lo ha dicho" (Juan 6: 63; 12: 48-50 ).

"Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados" (Romanos 6: 17).

5.09 - ¿Cómo puede el hombre saber que aquello a lo cual se entrega es realmente la verdad?

Las doctrinas son los aspectos formalizados de la fe. Apuntan hacia el Dios viviente. Los que se ocupan de la religión tienen razón al advertir contra el intelectualismo abstracto. No puede exagerarse lo vital que es decidir en favor de Cristo y de su palabra y entregarse plenamente a él.

Pero, ¿cómo puede el hombre saber que aquello a lo cual se entrega es realmente la verdad?

La Biblia les habla a los hombres acerca del verdadero Dios, les dice quién es, lo que él ha hecho para salvar al hombre, lo que hará y lo que él requiere que crean y hagan los hombres. Este es el contenido de la verdad que ha sido dado en cuanto a doctrina y conocimiento se refiere. Dios, mediante el poder y la presencia del Espíritu Santo, se dirige personalmente al hombre. Él pide una respuesta personal inteligente, una entrega en armonía con las enseñanzas reveladas en la Palabra de Dios.

La verdadera experiencia cristiana requiere obediencia a lo que es dado como doctrina y enseñado así en la Biblia. El conocimiento de la verdad bíblica requiere más que el mero pensamiento. Exige que el hombre ponga su vida entera en armonía con las verdades divinas de la Palabra de Dios.

Sin creer en las enseñanzas y verdades de la Palabra de Dios, la experiencia cristiana se reduce a un sentimiento subjetivo del corazón. Donde Dios nada dice en términos de sana doctrina, no hay manera de saber cuál es realmente la verdad. Existe aquí el peligro de que el hombre se identifique con lo falso.

Por ejemplo: Daniel profetizó acerca de un poder apóstata que pensaría "en cambiar los tiempos y la ley" (Daniel 7: 25). ¿Cómo puede saber uno qué ley debe obedecer si no es mediante la Palabra de Dios? El apóstol Juan profetizó acerca de un poder adúltero, Babilonia la grande, que haría "beber a todas las naciones del vino -de doctrinas falsas- del furor de su fornicación" y haría que el mundo adorase a la bestia y a su imagen y recibiese su marca (Apocalipsis 13: 14-17; 18: 2-4).

En su carta a Timoteo, Pablo advirtió a la iglesia:

"Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas" (2 Timoteo 4: 3-4).

Hablando acerca del tiempo del fin Cristo dijo:

"Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos" (Mateo 24: 24).

¿Cómo puede el cristiano estar seguro de que él no será tambien engañado? Es obvio que el no puede confiar en ningún hombre. Su único punto de referencia está en la Palabra de Dios.

A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido" (Isaías 8: 20).

5.08 - La verdad no depende, para ser válida, de la experiencia del hombre sino de lo que Dios ha revelado en su Palabra

Hoy hay tanto indiferencia como oposición a la doctrina. Algunos dicen que lo esencial es Jesucristo. Se proclama: "Volvamos a Cristo". Creo que todo cristiano está de acuerdo con esto. No hay iglesia ni religión que pueda llamarse cristiana que no centre su doctrina y su vida en Jesucristo.

A menudo hay quienes profesan ser cristianos que son inducidos a creer que la preocupación en cuanto a la doctrina produce frialdad en la religión y pérdida en la experiencia cristiana. Se dice que el cristianismo no es un credo sino una vida. Nadie discute esto. Al mismo tiempo, la afirmación puede ser muy engañosa, especialmente cuando estas consignas son usadas para rebajar el contenido racional y las enseñanzas de la Palabra de Dios.

Se tiende a poner a la doctrina y a la experiencia cristiana en mutua oposición. El exclamar: "Abajo la doctrina; volvamos a Cristo" es tan sensato como decir: "Abajo la botánica; volvamos a las flores"; "Abajo la teología, volvamos a Dios". La doctrina y la experiencia cristiana van juntas.

Los peligros de esta clase de enfoque no se disciernen fácilmente. Los hombres se satisfacen con un asentimiento mental a la religión sin una entrega personal. A menudo la iglesia se ha preocupado más de la certidumbre racional que de la verdad viviente. Ha operado por largo tiempo en el contexto de ideas y doctrinas, dándole prioridad a declaraciones formales hechas por la iglesia.

Es posible contestar muchas preguntas acerca de la religión sin llegar a estar personalmente comprometido. En el juego de palabras e ideas es posible reducir a Dios a sólo una idea. El esfuerzo de formular un sistema lógico de doctrina puede no llevar al hombre a parte alguna. De ahí que el clamor por una fe que debe ser vivida mas bien que conocida. Se hace un contraste entre ser participante y ser espectador.

La verdad centrada en Cristo es lo que todos los hombres necesitan. La experiencia cristiana es más que doctrina. Pero la pregunta crucial es cómo llegar a la verdad. ¿Cómo sabe uno si la experiencia que pretende tener corresponde realmente con la verdad de Dios? ¿En qué punto son los hombres realmente confrontados con la verdad? ¿Cuándo llega a estar la experiencia del hombre de acuerdo con la verdad?

Una de las tendencias peligrosas de nuestros días es la renuncia del hombre a ser atado por el caracter normativo de la Palabra de Dios. Aceptamos que la doctrina en cuanto a Cristo no es Cristo; que la doctrina en cuanto al hombre no es el hombre. Es obvio que la doctrina en cuanto a Dios no es Dios. Dios no es idéntico con la doctrina. La doctrina de la salvación no es lo mismo que experimentar la salvación. Pero las enseñanzas bíblicas sobre estas verdades son anteriores a una experiencia verdadera.

La verdad no depende, para ser válida, de la experiencia del hombre sino de lo que Dios ha revelado en su Palabra.

La doctrina de Pablo acerca de la justificación por la fe en el libro de Romanos no es igual a la experiencia del cristiano sobre ella. Sin embargo la experiencia del cristiano es probada por la enseñanza bíblica en cuanto a ella.

En ninguna parte deja Dios que el hombre pecador ande a tientas en torno de sí mismo en procura de la verdad. En todos los casos el Espíritu Santo habla y enseña y se mueve a través de estas verdades bíblicas para tornar genuina y significativa esa experiencia cristiana. La verdad es tanto doctrinal como personal.

5.07 - Pero tú habla lo que está de acuerdo con la sana doctrina

Uno de los grandes peligros de la iglesia en estos últimos días es la carencia de una sana doctrina.

La palabra griega traducida como "doctrina" es διδασκαλια [didaskalia] o "enseñanza". Las Escrituras son la base de la sana doctrina o enseñanza del conocimiento doctrinal de las cosas divinas. Las doctrinas bíblicas son las verdades fundamentales de la Biblia dispuestas generalmente de manera sistemática. La mente está organizada de tal manera que necesita ver las verdades bíblicas de manera ordenada. Generalmente se piensa que las doctrinas bíblicas son conceptos intelectuales en contraste con la verdad de la experiencia y de la práctica.

La Biblia es la Palabra de Dios y por lo tanto la verdad de Dios. Contiene poco que pueda ser llamado doctrina en el sentido sistemático. Raras veces ha presentado alguno de los escritores bíblicos un estudio sistematizado de alguna doctrina en particular. Por ejemplo, no hay bosquejo alguno o argumentación respecto de grandes verdades tales como la segunda venida de Cristo, el estado de los muertos, inclusive acerca de la salvación y muchas otras. El estudio que hace Pablo sobre la justificación por la fe en el libro de Romanos es el que más se acerca a esto.

Sin embargo, hay una seria preocupación en cuanto a lo que es verdad y la sana doctrina. El hecho de que los escritores bíblicos no hubiesen escrito un libro de texto de doctrinas bíblicas no significa que ellos eran descuidados en cuanto a las verdades y enseñanzas de la Biblia. La historia de la iglesia cristiana revela los conflictos que surgieron dondequiera que la iglesia cristiana se separó de las enseñanzas bíblicas y enseñó el error. La iglesia ha encontrado que le es ventajoso defender su posición mediante un sistema organizado de sana doctrina.

Vez tras vez las Escrituras insisten en la necesidad de que la iglesia y el cristiano sigan la sana doctrina:

"Pero tú habla lo que está de acuerdo con la sana doctrina (διδασκαλια [didaskalia])... en la enseñanza (διδασκαλια [didaskalia]) mostrando integridad" (Tito 2: 1, 7).

Cuando las Escrituras hablan de "buena doctrina" (1 Timoteo 4: 6) y "sana doctrina" (1 Timoteo 1: 10; 2 Timoteo 4: 3), en oposición a "mandamientos de hombres" (Mateo 15: 9) y "doctrinas de demonios (1 Timoteo 4: 1), no están diciendo que hay maneras diferentes de enseñar la misma cosa o que la doctrina no es importante, sino que estas son enseñanzas antagónicas.

La diferencia es vital para la experiencia cristiana. Cada cristiano y cada iglesia tiene la responsabilidad de preguntar ¿Qué es verdad? ¿Qué es sana doctrina? La iglesia debe hacer uso de su papel como maestra de la verdad y de la sana doctrina. Ella debe retener "la palabra fiel tal como ha sido enseñada, para que también pueda exhortar con sana enseñanza y convencer a los que contradicen" (Tito 1: 9).

"Pero tú habla lo que está de acuerdo con la sana doctrina" (Tito 2: 1).

5.06 - La iglesia no es algo que los hombres hacen...

Algunas de la palabras más importantes y animadoras de la Biblia son las que Dios dirige a su iglesia de los últimos días, la iglesia remanente:

"Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer; y se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo" (Apocalipsis 12: 17).

"Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús" (Apocalipsis 14: 12).

"Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años" (Apocalipsis 20: 4).

Realmente vale la pena que los hombres reconozcan que Dios les ha hablado, a fin de que puedan entender claramente y aplicar su verdad a sus propias vidas.

La Palabra de Dios debe actuar libremente en la iglesia remanente. El gran día del refrigerio de la presencia del Señor está cercano. "Tu pueblo se te ofrecerá voluntariamente en el día de tu poder" (Salmo 110: 3).

La verdadera iglesia probará que es el pueblo de Dios mediante su obediencia a sus mandamientos y su testimonio viviente en favor de Jesucristo. En la verdadera iglesia los miembros entienden y obedecen la verdad de Dios.

Esta lealtad es aceptada alegremente por causa del don de la salvación.

La iglesia no es algo que los hombres hacen. Es algo que Dios hace mediante el poder de su Espíritu que la dirige a toda verdad. Esta es la iglesia en que los hombres pueden confiar, una iglesia probada por la Palabra de Dios y el Cristo vivente, y no hallada en falta.

Sin esta prueba ninguna iglesia, no importa cuán grande sea, puede ser digna de confianza. Cuando la iglesia constantemente avance con fe y amor proclamando y haciendo la voluntad de Dios como resultado de su lealtad completa a su Señor, será llena de poder y las puertas de infierno no prevalecerán contra ella.

5.05 - El hacer discípulos de Cristo no es un concurso de popularidad

Cualquier iglesia puede apartarse tanto de la verdad que su mismo mensaje se transforme en tinieblas.

Su mismo ritual, sus proclamaciones formales y su culto, son solamente un disfraz y una falsificación que ocultan su alejamiento de la fe.

Muchos de los que asisten a las iglesias hoy han llegado a creer en la iglesia a la cual asisten sin conocer ni examinar cuán verdadera es la posición de esa iglesia, o si ellos mismos están realmente viviendo en obediencia a la voluntad revelada de Dios.

El alejamiento de la Palabra de parte de cualquier iglesia es tan serio como el alejamiento de las normas correctas en asuntos morales en nuestro mundo de hoy.

El ser verdaderamente un creyente significa estar totalmente identificado con la plena luz de la verdad que se encuentra en Cristo y en su Palabra.

Ningún cristiano puede permitirse el lujo de confrontar la verdad de Dios y luego rehusar ver y oír porque la Palabra ataca su propia voluntad egoísta, o porque él no quiere discordar con la iglesia de la cual es miembro. El hacer discípulos de Cristo no es un concurso de popularidad. Sólo el remanente permanece con Cristo. La mayoría toma el camino ancho que lleva a la destrucción.

Nadie puede permitirse el lujo de tranquilizar su conciencia uniéndose a cualquier iglesia sólo para evitar tener que escoger por sí mismo la verdad ante Dios.

La verdadera iglesia continuamente guiará a sus seguidores a la luz de Dios, que "va en aumento hasta que el día es perfecto" (Proverbios 4: 18). De esta manera la iglesia está constantemente ganando la victoria sobre las fuerzas del error y las tinieblas.